sábado, 14 de julio de 2007

Harry, el cine y yo

Como hago regularmente cada dos años, esta noche fui al cine a ver la nueva película del mago británico más amado del mundo. Y más británico que nunca: cada cinco minutos "let's go to London", "How do we get to London?", "LONDON LONDON LONDON". Seguida por una panorámica hacia la gran ciudad, mostrando los enormes rascacielos de 1 Canada Square y Docklands, volando sobre el Támesis (bueno, el Thames), y los lugares clásicos como el parlamento, etc.

La película en si era lo que uno espera de un libro de 600 páginas resumido en 2 horas, muchas cosas parecen traídas de los pelos, otras apuradas, unas se extrañan. Aunque algunos "saltitos de trama" se salvan bastante bien con unas líneas de dialogo, queda esa sensación de que todo transcurre frenéticamente y pero a su vez transcurrió el año escolar. Para no dar demasiados spoilers (¿? en realidad si no leyeron el libro dudo que tengan interés en la película), lo único que puedo decir es que la actuación de Michael Gambon como Dumbledore me sigue dejando insatisfecho, le diría al actor y a los directores que para la próxima entrega le presten más atención a cómo describe la autora al personaje.

Ahora vamos a lo interesante. Uno hace un sacrificio para ver esta película: la esperó; va al cine más fashion de la ciudad; se gasta los 120 pesos de la entrada (5 dólares) mientras piensa que la última vez que fue estaba a bastante menos de 100; decide acompañar con pop y se gasta otros 70 pesos (casi 3 dólares) en el pop salado y un miserable vasito de coca. Y todo bien, en realidad: yo elegí que fuera así. Es el lujo y recompensa que me doy al ver la película que quiero ver.
Pero, ¡OH DIOS MIO! El cine está lleno de chetos con sus celulares de última generación que tienen cámara, lucecitas y ruiditos. No me molestarían... si los hubieran apagado en la sala ¡la puta madre que los parió! Toda la película con las lucecitas de los celulares brillando, y con la musiquita del nuevo SMS entre "London" y "London". Tuve una suerte de ira asesina que pude refrenar, porque quienes estaban delante de mi se la ligaban, pero no: soy bueno. Soy tan bueno que me doy asco. Las salas tendrían que tener unos lockercitos como los de los supermercados "deje su celular ruidoso aquí, porque sabemos que usted es los suficientemente imbécil como para no apagarlo y entonces molesta a Bruno". También hubo un momento donde uno dijo no sé qué pavada que fue acompañada por las risitas de las amigas. Fue un caso aislado, sino, sugeriría también mordazas.

2 comentarios:

SilverZtyle dijo...

Ah sí... me acuerdo de esa salida al cine! fue cuando compré las entradas antes y fuimos felices hablando de Charlie el unicornio en la espera para entrar a la sala... y reíamos. "jajaja" decía yo! "jijij" decía Bruno; pero nada nos preparó para los chetos y planchetos dentro del cine! y sus comentarios absurdos! y la omisión de partes del libro en la película (=O! que novedad) lo mejor de todo fue sin duda el traje de Voldemort, y el hecho que los hermanos Fred y George se parecen a James Spader =) y el amigo Bruno, por supuesto!

Don Bruno dijo...

Estoy de acuerdo con todos tus comentarios: Yo soy lo mejor de la película. ^____^

Charlie es algo que nos hace reir a todos, a mi no me gustaría ser él.

El año que viene sale la próxima, seguro que Gambon no nos decepciona. >:)